miércoles, 19 de octubre de 2011

Kiss me, kill me.


  Your kiss is torture,but killing me would be too easy.
    Our tragedy seems to be killing everything it sees,like death itself.


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Me lo repitió, una y otra vez. Me lo repitió tantas veces que perdí la cuenta. Pero era algo que se escapaba de mis manos, como humo, como el aire. La tensión se acumulaba poco a poco en sus músculos, la sangre le hervía, gota a gota. Las piernas le temblaban como una vía de tren en mal estado. Se acercó a mi, demasiado. Podía sentir el odio recorriendo cada milímetro de su cuerpo, cada hueso, cada poro. Me agarró del cuello, primero suavemente, pero su fuerza iba aumentando descontroladamente, y me empezaba a faltar la respiración. Sus manos me apretaban, y el oxígeno iba abandonando mis pulmones lentamente, mientras el pánico se apoderaba de mi cerebro, pero mi corazón permanecía sereno como nunca antes lo había estado. Sus ojos completamente negros no me miraban, me traspasaban. Eran como dos trozos de carbón diabólicos apoderándose de mi alma. En ese preciso instante, un grito estremecedor recorrió mis cuerdas vocales y se escapó de mi garaganta, mientras yo le suplicaba desesperadamente que parase. Por un momento dudé que lo hiciera, pero segundos después, cuando el miedo se había apoderado de cada una de mis células y mis pulmones estaban cerca de rendirse, ocurrió algo que hasta hoy en dia no he podido explicar. Sentí como recuperaba el control, su respiración agitada. Fue entonces cuando me lanzé a sus brazos y le abrazé fuerte, muy fuerte. Noté lágrimas abrasadoras recorrer mi espalda mientras él no paraba de repetir que lo sentía, una y otra vez. Yo le repetía que no pasaba nada, que se tranquilizase. No se cuanto tiempo estuvimos así. Sólo se que nuestra conexión se hizo más fuerte desde esa noche, y que nunca más volvimos a tocar el tema.
The Rasmus: No fear

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