martes, 1 de enero de 2013


Y fue ayer cuando creí ser la persona más feliz del mundo. Sin embargo, al despertarme esta mañana una nube de humo ha invadido mi mundo utópico; dónde el fuego cobra vida y el amor nunca muere, dónde la música brilla y nunca jamás llueve, dónde las estrellas bailan y la noche es eterna, dónde el mar esconde tesoros sepultados por siempre bajo la arena. Y el primer pensamiento que me ha venido a la cabeza ha sido tan dulce y desolador a la vez. He pensado en decirte adiós, en huir lejos de ti y no alimentarme con más que tu recuerdo. Pues lo que siento por ti no puedo expresarlo, es demasiado grande para hacerlo concreto con simples palabras, aunque lo he intentado esconder en miles de ingenuos “te quieros”. Y supongo que pensarás que la locura se ha apoderado de mí, como el miedo se apodera de cualquier cobarde que osa atentar contra su vida. Y seguramente estés en lo cierto. Puedes llamarlo como quieras, pero sólo sé que para mí tus palabras sonarían como la canción más bonita del mundo, y las aceptaría sin rechistar. He ahí el problema, mi razón de ser. ¿Cómo puedo disfrutar de tu compañía y estar tan orgullosa de decir que eres tan sólo mío, cuando en algún momento esto ha de llegar a su fin? Mi corazón no puede concebir el dolor que me produce ese terrible pensamiento. ¿Por qué seguir entonces viviendo en esta eterna mentira? ¿Por qué no mejor despedirme y marchar? Sería más fácil, menos doloroso que esta unión sin sentido. Si supiera que lo nuestro es para siempre, no dudaría ni un solo segundo. Pero nada ni nadie puede asegurar tal cosa. Déjame, por lo tanto, refugiarme de ese venidero calvario. Déjame ir, te lo ruego. Me refugiaré en la soledad y viviré de tu recuerdo, tú podrás refugiarte en cualquier otra mujer que se atreva a jurarte amor eterno. Y, así, cada uno caminaremos por nuestro propio camino y sin embargo, en un recuerdo permaneceremos unidos para siempre.