Una noche cualquiera de invierno en Madrid. El frío me hacía estremecerme mientras yo me embarcaba hacia una aventura fascinante: hacia rutas salvajes entre tus sábanas. Y quién habría dicho que el caballo salvaje resultaría ser tan domesticable. Parecías más un perro fiel. Demasiado dócil para un lobo estepario como yo. Pero las agujas del reloj de tu cuarto latían en sentido contrario, como tu corazón y el mío. El humo de mi cigarro flotaba en el ambiente, expectante. La tinta de tu piel: la mejor poesía que hasta entonces había leído. Sabía que el karma me encontraría, maldita sea. Se escondía en cada una de tus palabras hirientes, se disfrazaba con sentimientos falsos, en cada roce de tus labios. Y cómo luchar contra algo que te persigue tan decididamente. Algo que sabías que llegaría, pero no imaginaste que lo haría tan pronto. Debí salir corriendo cuando tuve la oportunidad. Ahora es demasiado tarde. Sé que dentro de poco no quedarán más que las cenizas en aquel parque, los cafés demasiado calientes, la nieve agonizante ante los últimos rayos de sol. Eres puro veneno. Juré no caer en tu trampa, y caí. Jugué a ser yo quien mandaba, y acabé esclava de tus caprichos. Jugué con fuego una vez más, confiada, y esta vez me quemé. Y yo que pretendía arrancar las flores muertas de tu corazón, y acabaste matando las mías. Será esa forma de pronunciar mi nombre como si, de alguna manera, te perteneciera. Y, aún así, te dejaré arrancarme la ropa, clavarme los dientes, envenenarme con tu mente fría y calculadora, arrancarme la piel. Probaré una deliciosa dosis de mi propia medicina. Aprenderé que no se puede tener siempre lo que uno quiere, y que no se puede obligar a seguir algo que está destinado a ser efímero y desvanecerse como si nunca hubiera existido. Y no necesitaré que endulces la amarga despedida con promesas vacías ni palabras de un futuro más bien improbable. Preferí que fuésemos dos líneas diagonales, que se cruzan una vez para no volver a juntarse nunca más, que dos líneas paralelas. Aquí me hayo, borrando tus mensajes a las 4 de la mañana, para mañana despertar y pensar que fuiste solo un sueño. Ojalá hacerte desaparecer de mi mente. Hola, día en el que te conocí, lo siento pero si volviera a ese momento, me iría corriendo sin mirar atrás. Gracias por hacerme sentir cosas que creí no ser capaz de volver a sentir. Quizás, la próxima vez, será por alguien que lo merezca.
RocknRoll saves lives
domingo, 22 de diciembre de 2013
domingo, 13 de octubre de 2013
El amor es beber whisky con naranja, fumarse un cigarro al
revés, escuchar villancicos en primavera. Destrozar vinilos de rock, que te
ciegue la luna, conducir solo. El amor es tirarte por un acantilado y respirar
hondo en el aire, subirte a un camión de basura y exigirle que vaya más rápido,
compartir una botella de vino con la policía. Una estrella fugaz triste, tiempo
malgastado, un preso libre. El amor es todo lo contrario a lo que has visto en
las películas. Un recuerdo que escuece, un baile en la calle a las cinco de la
mañana, un regalo sin abrir. Locura desenfrenada, malas decisiones,
rinocerontes en el estómago. El amor son unos labios pintados de rojo, cocaína
volando por el balcón, velas en una noche de invierno. Un octubre que parece
abril, un martes por la mañana, un sueño antes de dormir.
Entre semana la rutina consume mis días y los fines de
semana son sinónimos de fiesta, alcohol, drogas, amigos y locura. Mucha locura.
Demasiada locura, quizás. Acumulas durante cinco miserables días las ganas de
salir, pasarlo bien, bailar, saltar, gritar, escapar y, de repente, todo eso
sucede. Pero no sucede de la forma que esperabas. Toda esa explosión de tu
locura interior queda atrapada en otra nube de rutina más. Nunca igual, pero
siempre tan parecida. Y así pasan dos días en los que todo parece tan irreal. Y
ya está. En menos de lo que te das cuenta es lunes otra vez. Hola despertador,
hola a otro día en el que te despiertas demasiado pronto para tu gusto. Hola
café, haces que el día de hoy no parezca tan malo, pero puedo leer claramente en
tu espuma la frase “bienvenida a otro día en el infierno”.
Ábreme el pecho y registra
Y allí estábamos otra vez. Sentadas en cualquier sucia
acera, cansadas de bailar, con ampollas en los pies. Compartíamos el último
cigarro. Nuestro pelo rubio estaba despeinado, enredado, nuestro pintalabios
corrido y teníamos unas horribles moradas, profundamente marcadas ojeras debajo
de los ojos. No sabíamos qué hora era, tampoco nos importaba. El sol empezaba a
asomarse. Hablábamos de esos temas que habíamos deseado olvidar con la primera
copa de whisky de la noche. Pero no puedes huir de los problemas, nunca
desaparecen. Puedes intentar evadirte, pero ellos te esperan en la esquina que
tienes que cruzar para llegar a casa. Cuando saben que estarás sola, porque
nadie te acompaña. Recuerdo que limpiaba las lágrimas negras que rodaban por
tus mejillas. Y ahí, en ese mismo momento, en ese mismo lugar, deseé que la
magia existiera. Deseé decirte que te quería, que no me iba a ir a ninguna
parte, que lucharía a tu lado contra quien fuera. Pero preferí dejar que tus
ojos lo adivinaran y, en vez de decirte nada, te di un abrazo en el que deseaba
llevarme una parte de tu dolor, para al menos saber que esa noche dormirías
tranquila. Deseé ser capaz de mantener alejados a tus viejos demonios que
venían a visitarte cada noche, tan rastreros, tan crueles. Tus ojos azules
escondían mil secretos. Algo sobre tu forma de bailar desvelaba que habías
visto demasiado para ser tan joven. Tus silencios decían más que tus palabras.
La tinta de tu piel ardía con furia. Después de tantos años, una parte de ti
seguía siendo un completo misterio. Cargabas con pensamientos que todavía nadie
había conseguido entender. Quizás ni siquiera tú misma los habías entendido
todavía.
"Ojalá que se llame Amapola, que me coja la mano y me diga que sola no comprende la vida, no"
martes, 1 de enero de 2013
Y fue ayer cuando creí ser la persona más feliz del mundo.
Sin embargo, al despertarme esta mañana una nube de humo ha invadido mi mundo
utópico; dónde el fuego cobra vida y el amor nunca muere, dónde la música
brilla y nunca jamás llueve, dónde las estrellas bailan y la noche es eterna,
dónde el mar esconde tesoros sepultados por siempre bajo la arena. Y el primer
pensamiento que me ha venido a la cabeza ha sido tan dulce y desolador a la
vez. He pensado en decirte adiós, en huir lejos de ti y no alimentarme con más
que tu recuerdo. Pues lo que siento por ti no puedo expresarlo, es demasiado
grande para hacerlo concreto con simples palabras, aunque lo he intentado
esconder en miles de ingenuos “te quieros”. Y supongo que pensarás que la
locura se ha apoderado de mí, como el miedo se apodera de cualquier cobarde que
osa atentar contra su vida. Y seguramente estés en lo cierto. Puedes llamarlo
como quieras, pero sólo sé que para mí tus palabras sonarían como la canción
más bonita del mundo, y las aceptaría sin rechistar. He ahí el problema, mi
razón de ser. ¿Cómo puedo disfrutar de tu compañía y estar tan orgullosa de
decir que eres tan sólo mío, cuando en algún momento esto ha de llegar a su fin?
Mi corazón no puede concebir el dolor que me produce ese terrible pensamiento.
¿Por qué seguir entonces viviendo en esta eterna mentira? ¿Por qué no mejor
despedirme y marchar? Sería más fácil, menos doloroso que esta unión sin
sentido. Si supiera que lo nuestro es para siempre, no dudaría ni un solo
segundo. Pero nada ni nadie puede asegurar tal cosa. Déjame, por lo tanto,
refugiarme de ese venidero calvario. Déjame ir, te lo ruego. Me refugiaré en la
soledad y viviré de tu recuerdo, tú podrás refugiarte en cualquier otra mujer
que se atreva a jurarte amor eterno. Y, así, cada uno caminaremos por nuestro
propio camino y sin embargo, en un recuerdo permaneceremos unidos para siempre.
lunes, 19 de noviembre de 2012
Mr Photographer.
Aún recuerdo sin esfuerzo la noche de verano que te conocí. En un bar de no más de 5 metros cuadrados en Malasaña, supe que serías alguien especial desde que te vi. Yo hablaba y reía con mis amigas, tú bebías una copa de ron. Mis miradas perdidas buscaban encontrar tu atención. Tú te acercaste a la barra, aún no sé muy bien por qué. Me rozaste al pasar y al darte la vuelta, te saludé. Te pregunté tu nombre, tú el mío, luego la edad, y dejamos que actuara el destino como si fuese casualidad. Típica historia de "chica conoce chico", pero tú eras tan atípico. Maduro, independiente, interesante, artístico. Divertido, algo ambigüo, inteligente, casi místico. REcuerdo los paseos por Madrid, de Moncloa a tu piso. Tantos planes que sugerir, pero el destino no quiso. Cambiamos esas "copas y conciertos" por noches en tu habitación. Noches en las que nuestra ropa interior acababa tirada en cualquier rincón. La televisión apagada, los ceniceros llenos y lo único que se oía eran mis gemidos y tu respiración. Y nunca fui princesa de primera cita y revolcón, pero había algo en ti que despertaba mi pasión y volvía loca a mi razón. Tantas noches de humo y placer, de dormirnos desnudos en tu cama, de sensaciones que me hacían enloquecer y mandando a la mierda mi mala fama. Y ahora tú te vuelves a Nueva York y me dejas aquí sola. La soledad me consume y la lujuria me controla. Pero si vuelves no dudes en llamarme, que a una noche contigo jamás podré negarme.
M.
Sunday Drivers - Often
Have you forgotten the way you looked at me when me met?
viernes, 3 de agosto de 2012
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