Y fue ayer cuando creí ser la persona más feliz del mundo.
Sin embargo, al despertarme esta mañana una nube de humo ha invadido mi mundo
utópico; dónde el fuego cobra vida y el amor nunca muere, dónde la música
brilla y nunca jamás llueve, dónde las estrellas bailan y la noche es eterna,
dónde el mar esconde tesoros sepultados por siempre bajo la arena. Y el primer
pensamiento que me ha venido a la cabeza ha sido tan dulce y desolador a la
vez. He pensado en decirte adiós, en huir lejos de ti y no alimentarme con más
que tu recuerdo. Pues lo que siento por ti no puedo expresarlo, es demasiado
grande para hacerlo concreto con simples palabras, aunque lo he intentado
esconder en miles de ingenuos “te quieros”. Y supongo que pensarás que la
locura se ha apoderado de mí, como el miedo se apodera de cualquier cobarde que
osa atentar contra su vida. Y seguramente estés en lo cierto. Puedes llamarlo
como quieras, pero sólo sé que para mí tus palabras sonarían como la canción
más bonita del mundo, y las aceptaría sin rechistar. He ahí el problema, mi
razón de ser. ¿Cómo puedo disfrutar de tu compañía y estar tan orgullosa de
decir que eres tan sólo mío, cuando en algún momento esto ha de llegar a su fin?
Mi corazón no puede concebir el dolor que me produce ese terrible pensamiento.
¿Por qué seguir entonces viviendo en esta eterna mentira? ¿Por qué no mejor
despedirme y marchar? Sería más fácil, menos doloroso que esta unión sin
sentido. Si supiera que lo nuestro es para siempre, no dudaría ni un solo
segundo. Pero nada ni nadie puede asegurar tal cosa. Déjame, por lo tanto,
refugiarme de ese venidero calvario. Déjame ir, te lo ruego. Me refugiaré en la
soledad y viviré de tu recuerdo, tú podrás refugiarte en cualquier otra mujer
que se atreva a jurarte amor eterno. Y, así, cada uno caminaremos por nuestro
propio camino y sin embargo, en un recuerdo permaneceremos unidos para siempre.